Punta del Diablo, el pequeño y pintoresco poblado de pescadores cumple 70 años desde el asentamiento de sus primeros pobladores y se consolida como el destino preferido por turistas locales y extranjeros.
Quienes visitan este tramo de 10 km de costa sobre el océano Atlántico caen subyugados ante los encantos de este pueblo pesquero cuya población estable es de sólo 650 habitantes, en su mayoría pescadores y artesanos locales.
Es que Punta del Diablo ofrece diversas propuestas para quienes lo recorren, tanto en el día como en la noche.
Mientras los intrépidos surfistas se concentran en la Playa de Rivero o en la Playa de La Viuda –la más al sur del balneario- donde las corrientes confluyen generando preciadas olas de calidad para los amantes de esta disciplina, las familias encuentran su lugar en la playa norte, “de los Pescadores” o “de los Botes”, reconocida por la llanura y claridad de sus aguas calmas, ideales para los más pequeños o para quienes gustan de disfrutar del mar sin tanta adrenalina.
Quienes procuran la tranquilidad de paisajes más desolados y disfrutan de un extenso paseo hacia el este, entre los rocosos senderos que bordean la línea del mar, eligen escaparse hacia la Playa Grande, lindera con el balneario Santa Teresa.
Por la noche, el centro se convierte en el punto de reunión obligado.
Sobre la calle principal –que se extiende hasta escasos del metros del mar- restoranes, bares y puestos de artesanías abren sus puertas a los visitantes del pueblo, amenizando el fin de la jornada con música de diversos estilos, propiciando el encuentro y la extensa sobremesa que –con total seguridad- culminará con una caminata sin prisa hacia el alojamiento elegido o hacia la playa, desde donde aún se puede presenciar uno de los fenómenos naturales más elementales pero ya inaccesible desde las grandes orbes: la contemplación serena de un cielo iluminado por millones de estrellas o por el cautivante espectáculo que ofrece la luna llena iluminando el poblado.
A pesar del interés en ascenso que genera el balneario, no se han establecido allí grandes cadenas hoteleras. Por el contrario, se multiplica la oferta de alquiler de casas –minimalistas pero con todas las comodidades-, modernos hostales de corte bohemio, posadas, hoteles familiares frente al mar, un camping y Chacras Marítimas, las favoritas de quienes desean contar con un refugio permanente combinando el acceso a excelentes playas oceánicas con la tranquilidad insuperable de la vida campestre.
Algunos emprendimientos de este tipo ofrecen grandes lotes -de aproximadamente 5.000 metros cuadrados cada uno-, con acceso a cancha de tenis, juegos para los más pequeños, paseos a caballo y servicio de seguridad y vigilancia todo el año.
Por su ubicación privilegiada, a escasos kilómetros del Chuy -ciudad fronteriza con Brasil- y del Parque Nacional de Santa Teresa, por el carácter peculiar de su urbanización y por su diversidad de propuestas, Punta del Diablo se establece año a año como balneario favorito de turistas norteamericanos, europeos y de la región y se enraiza en la memoria de quienes lo visitan.